Pocas personas están dispuestas a arrastrar
el origen de la hipótesis de la simulación al poema de Borges, el Ajedrez.
“No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?”
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?”
El Omar mencionado es Omar-al-Khayyam, un astrónomo,
matemático y poeta persa. Pero Omar no habla de dioses infinitos (un vértigo que
proviene seguramente de la fascinación de Borges por el Hinduismo) si no del
destino y sus juegos en contra de la vanidad humana. Por ello es necesario arrastrar aún más el origen de la hipótesis de la simulación (más
allá incluso de Platón y el mito de la caverna) al mundo hindú. Un dios sobre
otro dios no es una idea que perturbe a quienes concibieron el mito (según
algunos, apócrifo) de la tortuga Akapara, que sostiene cuatro elefantes que a
su vez sostienen al mundo; bajo Akapara hay otra tortuga, y bajo esa segunda
tortuga, otra tortuga, y así infinitamente.
La propuesta
de Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, en su muy comentado ensayo “are
you living in a computer simulation?” es una analogía computacional al poema de
Borges. Si llegamos a descubrir, gracias a una avanzada computación futura, que
podemos recrear la realidad a través de la simulación, y llegamos a un punto donde podemos crear
simulaciones tan sofisticadas como para recrear la mente humana y hacerle
suponer una realidad, una física, un
tiempo y un espacio, es muy probable que nosotros también seamos una simulación,
a su vez concebidos por una inteligencia superior. Como el mago del cuento “las
ruinas circulares” frente a nuestro hombre soñado, al detenernos en él (en
nuestro simulacro, nuestra simulación, su humilde situación de mero artificio) descubrimos (con humillación, con temor) que
otro a su vez nos está soñando.
Leí por
primera vez sobre esta teoría en el 2007,
en un artículo sobre un libro "Living in a Simulated
Universe", del profesor John D. Barrow, en donde se proponía la hipótesis de la simulación para
explicar algunos problemas de la cuántica que nos hacen pensar que la mente
humana puede intervenir de algún modo el comportamiento de las partículas. La
hipótesis de la simulación soluciona estos fallos argumentando que en una
lógica computacional no es necesario invertir recursos de cómputo donde no hay
un observador consciente (por eso los electrones se comportan en determinados
experimentos de un modo cuando son observados, y de otro modo cuando no) Barrow
estaba en su momento más interesado en los fallos de código, bugs y errores que
pudiera tener el universo-simulación. Yo me interesé en este aspecto, y de ese
interés nació mi cuento “The end is here”
Inspirado también en la hipótesis de la
simulación, el youtuber Espelufrío escribió un pequeño relato llamado “la vida
en la máquina” en donde a través de un juego de estrategia lograba crear una
sociedad que vive y evoluciona en su computador personal. Interesado por el
bienestar de las creaturas que habitan en su mundo programado, el programador
accede a través de un avatar a su sistema y logra comunicarse con las IA generadas
en su simulación, que a su vez lo identifican con un dios programador y le
piden, como único deseo, que los saque de la simulación, y les permita ser
iguales a él.
—No puedo hacerlo—admite ese dios
todopoderoso en la simulación pero impotente y ordinario en el mundo superior.
— ¿Cómo quieres que nos sintamos tranquilos
sabiéndonos simulacros en un mundo limitado y diminuto?—responden las IA.
El relato concluye con la desesperación proteccionista del creador y la angustia y claustrofobia del creado. Una pequeña metáfora que explicaría, en palabras breves, el silencio proteccionista del dios-programador.
Del mismo modo en que desde Minecraft es
imposible simular minecraft, muchos físicos reniegan de la hipótesis de la
simulación, pues requeriría de un cómputo tan poderoso y colosal que consumiría toda
la energía del universo. Por ello nuestras simulaciones en el futuro se
perfeccionarán, serán elaboradas y sofisticadas, pero evidentemente serán
inferiores a la realidad.
Sin duda la hipótesis es un simple juego
intelectual que a veces toma tintes teológicos y metafísicos; sus conclusiones nos resultan tanto interesantes y entretenidas, como
indemostrables e inverosímiles.
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