Las estrellas mueren
Las
estrellas mueren siendo indiferentes
La redención
no ensombrece su lenta decadencia
No conocen
sus nombres, ni el de quienes las bautizaron
Sus fotones
llegan a nosotros, siendo viajeros indiferentes
La frecuencia
de su crepúsculo mancha abismos sombríos.
Torres extrañas
e invisibles, cuya naturaleza
Débilmente percibimos.
Somos átomos
separados en un piélago de vacío
Algunas
estrellas ya estaban muertas el día que nacimos
Su luz bien podría ser testimonio
De una pretérita
apatía
Apatía que
colapsa en
Círculos de
polvo
Arboledas de luz, sombras, faros y ciudades secretas
Construidas
una y otra vez
Con los
mismos azulejos de silencio infinito.
Las agujas
del tiempo, las sombras del tiempo
También les
son indiferentes
A pesar de
ser mortales
Tan
mortales como nosotros
No sueñan
con principios, ni abismos ni finales.
La vida se
amontonará a sus pies
Como naufragios
que temen a la oscuridad y al frío
Pero cuando
(incluso) ellas perezcan
Aquella vida,
de antemano condenada
Se extinguirá
manchando la soledad
Con la luz carmesí
violenta
De los más antiguos y
colosales cataclismos.
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