No sé por qué me gustan los Oxxo. Acabo de almorzar en uno.
Quizá sea por esa uniformidad geométrica
tan común en todos, o por esa fea blancura higiénica de las paredes (o quizá
sean esos colores chirriantes pero expresamente norteamericanos, que les hacen
parecer almacenes extraídos de las películas gringas de adolescentes asesinados)
Adentro no encuentras verduras a menos que estén en conserva, y parecen sitios
dispuestos a abastecer a un ejército de gordos ansiosos por llenar sus arterias
de grasas saturadas. Los Oxxo provienen de México, según Radio
Nederland, el primer lugar del mundo en obesidad. Bogotá empieza a llenarse
de minimercados y tiendas express, que son el intento de las grandes
superficies comerciales para luchar contra sus enemigas minúsculas; las tiendas
de barrio. El 29 de junio de 2010 abrió en Bogotá el primer Éxito Express de la
ciudad. El l7 de Noviembre del 2008 llegó a Colombia el primer Oxxo. Hablamos, entonces, de un modelo de negocio dirigido
y pensado para la venta de comida rápida
o de fácil preparación, algo que parece urgente en la prisa idiota y
desmedida de la ciudad. Tiendas pequeñas y distribuidas por toda la ciudad;
fácil acceso, pocos clientes, consumo rápido, disponibilidad absoluta las 24
horas del día. Es obvio que este modelo tiene
mucho potencial; las personas cada día tienen más prisa y son más estúpidas, y
a medida que corren, piensan menos en cocinar sus propios alimentos. El
problema en sí no son siquiera los conservantes o las grasas que pululan en
todo alimento empacado; a mi no me interesa en realidad la salud de los
compradores, pero pienso que Bogotá empieza a introducirse en la dinámica caótica de las 24 horas de servicio comercial,
que choca un poco por el grado de peligrosidad típico de nuestras calles. Bueno, y hablemos de la moral “saludable” la
disponibilidad 24 horas de perritos calientes y comida chatarra, de un
comprador esclavo del comercio y la tentación. 24 horas para comprar y
consumir. No sé como digerir o pensar esta posibilidad, que pensé inicialmente
provechosa, pero luego, al almorzar hoy y darme cuenta de que las seis personas
que comíamos allí una cantidad
relativamente grande de grasa y azúcar pensé “Mientras el estado dice apuntar en una
dirección, con su política pública en contra de la obesidad, el mercado y las
grandes superficies apuntan a otra, la
optimización del consumo rápido, de la comida grasosa, entregándole al cliente
la mayor cantidad de comida no saludable lo más rápido posible” y esa parece la
prioridad. ¿De quien es el problema en realidad? No creo saludable satanizar a
las grandes superficies del todo. Pero al parecer, y empezando por mi mismo, el
criterio de los compradores no es muy útil
que digamos.
Comentarios
( resulta peligroso mezclar tu mal humor y el mio)
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