La discusión en
nuestro departamento entre el laicismo y la religión es mucho más antigua que
nosotros, y mucho me temo que nos sobrevivirá.
Y para revivir
la discusión ha elegido el pueblo más conservador del Huila. No en vano,
Monseñor Esteban Rojas lo eligió para erigir la diócesis que controlaría la
feligresía del sur del departamento, colocando allí el pequeño castillo feudal
propiedad del obispo local que vigila eficientemente las parroquias del sur.
Nada en el Huila se mueve sin que en Garzón se sienta, dirían los abuelos.
Rojas fue un protagonista importante en la construcción del Huila tal y como
hoy lo conocemos, no sólo en su división territorial, si no en su absoluta
convicción conservadora. Con una violenta tenacidad y un espíritu pedagógico
inquebrantable, combatió las ideas del liberalismo y las amenazas del
enciclopedismo a través del sermón y la escritura. Los colegios mixtos, la
educación igualitaria para las mujeres, la unión marital entre el Estado y la
iglesia, todas estas fueron sus batallas, y en su momento, con la biblia y la
espada, triunfó en todas. Sólo el progreso inevitable del tiempo pudo hacer
retroceder su fantasma, y por eso hoy entendemos o mejor aún, suponemos su
fracaso. Pero fue el mundo el que cambió al Huila, y no al revés. El Huila
cambió a regañadientes, muy a pesar de sí mismo.
Hablar del
Huila, en muchos aspectos, es hablar de la premodernidad, y a veces del
medioevo. Puede que los estudiantes accedan a internet, vean youtube o tengan a
su disposición toda la tecnología que tiene un muchacho de cualquier otro
lugar, pero sus imaginarios son completamente premodernos. Su cosmología es
diminuta, blanca y negra, con un dios arriba y un demonio abajo. Lo mismo
sucede en otros lugares de Colombia, en mayor o menor medida. Pero no podemos
señalar la anacronía sin señalarnos también a nosotros mismos, pues somos hijos
de esa atemporalidad, de esa disonancia. La tarea de acusar la religión, de
atacarla con esperanzas de redención social, o de defenderla con violencia, es
absolutamente premoderna. Desde Bogotá la idea de que un profesor sea acusado de satanismo por llevar
un libro de Carl Sagan bajo el brazo es
muy graciosa, pero estoy seguro de que no lo es en su posición. Su vida profesional
está en juego. Desde luego que puede
acudir a las instituciones civiles para defender su derecho al trabajo y su
lugar en Garzón, pero es evidente que su vínculo con la comunidad está roto, y
que esto sólo hará su vida laboral imposible de ahora en adelante. Temo que no
sea consciente de eso. Precisamente por eso he sentido la obligación de
escribir esta carta.
Es casi gracioso
leer hoy en día los argumentos de Monseñor Esteban Rojas, sus columnas, sus
diatribas en su diario privado, la voz del vaticano, que estuvo circulando hasta
entrados los años setenta. Sin embargo,
persiste en la mayoría de huilenses algo de su ideología. El Huila es un
departamento católico acérrimo, y sólo
las sectas cristianas, muchas veces aún más radicales que el catolicismo, han
podido mellar la hegemonía católica. En Pitalito he visto como profesores
católicos discriminan a estudiantes de otras sectas cristianas sin que nadie
pueda decir absolutamente nada. Es lo normal; la suya, según palabras de la
mayoría de gente, no es la verdadera religión, y por eso merecen la censura
social. En el hospital municipal, señoras rezanderas muy católicas van de
habitación en habitación rezando por los enfermos, pero cuando encuentran a
alguien de otra religión, optan por descalificar e insultar sin
importarles un comino el dolor del
enfermo o de la familia. Peor aún, como en nuestro caso, cuando pecamos por ser
ateos, o agnósticos, el menosprecio es más pesado, y la descalificación peca de
excesiva. El ateísmo es la peor injuria, diría un viejo profesor mío. La mayor
ignorancia.
Los grandes
liberales de la historia del departamento (subrayo a Anselmo Gaitán a Reinaldo
Matiz, dos figuras que me obsesionaron en mi juventud y que admiré durante
mucho tiempo) optaron por un
enfrentamiento directo, frontal, y murieron en el intento. Mal que bien el
Huila los olvidó, y sólo los mencionan los que escarban la historia. Esteban
Rojas, que tuvo la destreza de crear procesos educativos (es recordado
coloquialmente por llevar su evangelio en una mula para educar a los “indios ignorantes”)
es recordado con devoción, con respeto. Puede decirse que en algún momento de
la historia es válido revivir la confrontación Religión/laicismo y poner el
tema sobre la mesa, para alegría de la prensa amarillista y los polemistas,
pero en realidad, la confrontación directa es relativamente inútil. No cambias
los problemas de la sociedad atacándolos directamente, sobre todo si son de
índole religioso o cultural. No es cobardía posponer el tema, relegarlo a un
segundo plano, o hacerlo de un modo más sutil, menos agresivo. Es perfectamente
válido hablar a los estudiantes de Carl Sagan y la cosmología moderna sin mencionar
siquiera la religión. He subrayado en esta carta el papel de Esteban Rojas
porque fue capaz de crear procesos educativos e ideológicos que aún perduran.
No fueron precisamente sutiles, pero sin duda, fueron mucho más efectivos que
cualquier intención pedagógica del clásico liberalismo huilense.
Incluso es
posible un vínculo real de empatía entre usted y los padres de sus alumnos. Sobretodo
cuando se comprende el contexto vital, el papel que la religión cumple en la
existencia de las personas. En muchas ocasiones la función de apoyo emocional
de la religión es tan grande que las personas se desvanecen sin ese soporte en
su psicología. Y podemos, con la ciencia, explicar el mundo, explicar el
universo, explicar el origen de la vida y hacernos preguntas fundamentales,
importantes, maravillarnos, pero no podemos ofrecer consuelo. El consuelo es
algo que sólo el amor y la religión pueden ofrecer, y el amor, a diferencia de
la religión, no está a disposición de cualquiera. Es absolutamente falsa la promesa de la religión
de que la verdad nos haga más libres, o simplemente más felices
Reciba un
fraternal saludo de mi parte, y mi apoyo a su discusión local, siempre y cuando
logre mantenerse en el ámbito del Respeto.
Atentamente
Oscar M Corzo.
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