Anhedonia compartida.



Estábamos allí, sentados bajo la lluvia del páramo, esperando un amanecer que amenazaba con un día soleado como no se había visto en meses pues el páramo es húmedo y helado, siempre frío, siempre blanco, y por eso tiritabas escondida detrás de uno de los buzos que me robaste hace varios años cuando planeamos nuestro primer viaje junto a Bogotá, dijiste "Esto será mio de ahora en adelante" y así fue, no hubo negociación ni discusión posible, era tuyo simplemente y te quedaba bien, combinaba con tu mirada lúgubre y tranquila, con tu piel húmeda de bosque, con tu mirada de agobio e indiferencia, a mi me sorprendió que no lo hubieses tirado a la basura hace muchos años, dijiste que aún podían verse estrellas pero yo no veía ninguna, tal vez Venus asomándose en el horizonte pero solo sería visible antes de que saliera el sol, luego quedaría opacada hasta el anochecer como un pequeño fantasma del fin del mundo, un mundo que pudo ser y no fue, hermano nuestro de sangre y polvo asfixiado en su propio efecto invernadero, un dragón dormido aplastado por setecientas atmósferas terrestres, y tener en mente esa imagen me obligó a recordar la sensación de pesadez que sentí el día que nos despedimos en aquel aeropuerto luego de una larga caminata por la avenida veintiséis, no nos vimos de nuevo por diez años o quizás más, te casaste y te divorciaste una vez luego de eso, yo nunca lo intenté siquiera, acepté mi fracaso emocional como he aceptado una lista interminable de otros fracasos pues este ni siquiera es el más terrible y así te lo dije, también fracasé como hijo y como ciudadano, fracasé como tutor y como docente, fracasé como sobrino, como amigo y como hermano, qué importa un fracaso más, el amor no es más que otro en nuestra lista interminable de vínculos y todos los rompí, todo lo abandoné, y aunque te culpas por eso te aclaro que fue una decisión consciente de mi parte, no fue culpa tuya, nada tuvo que ver contigo, estábamos ocupados salvándonos por separado, había tanto peso sobre nuestros hombros que no había tiempo para la sinceridad o la empatía, nos volvimos egoístas por simple deseo de sobrevivir, eso fue todo, no hay misterios ni traiciones, lo que a la larga nos da tranquilidad pues estuvimos reducimos de mala muerte a una abstracción de humanidad por muchos años, éramos seres minúsculos sofocados por el ahogamiento de nuestra infelicidad, y es que, ¿Cómo no reaccionar como lo hicimos? Así que melancólicamente nos reencontramos como viejos amigos y viejos aliados, soldados vencidos pero sobrevivientes, pues que el otro viva nos da tranquilidad así viva mal, así sobreviva a otras heridas y otras tragedias que en realidad no nos importan; aquí hay un trozo especifico de nuestra historia para amortiguar, es lo que deben sentir esos grupos ridículos de estudiantes que se reúnen muchos años después para saludarse y envidiarse o enorgullecerse del fracaso de sus antiguos iguales como si las jerarquías realmente importantes en el mundo fueran las escolares, las de nuestra solitaria adolescencia, y para mantener la frente en alto tuviéramos la necesidad de comparar que tan lejos logramos orinar, ¿No te parece una existencia demasiado triste? y aunque me digas que sí sé que participas en ella, te importa la pantomima y parte de tu amargura interior proviene de no ser la vencedora y saberte derrotada, tienes el corazón corroído del vacío de la adultez y eso te agobia, entonces siento lástima por ti pero ello no importa porque sé que tú también me compadeces, pues en medio de tu convicción crees que soy tan vacío como te veo yo a ti, tan insatisfecho y tan agobiado como te sientes tú misma y eso te duele, pero en ese sentimiento que seguramente juzgas honesto no logras imaginar ni por un instante el efecto de reflejo que hay en ti y seguramente si lo mismo me sucede yo tampoco lo veo, en realidad nuestro anhelo de jerarquías es diferente pero en ambas partes estamos igual de lejos de la cúspide, de la plenitud y la sed de absolutos que conmueve a nuestra generación de insatisfechos, todos vemos el agujero en el corazón de los demás pero creemos que el nuestro es menor, que el de nosotros si es válido y nuestros méritos son genuinos, ese es precisamente nuestro egoísmo y nuestra soledad, ¿logras verla? ¡Somos tan parecidos! Probablemente toda frustración humana venga de este sentimiento infantil y ridículo de ser admirado y aceptado por nuestros iguales, de ser diferentes en medio de un rebaño bastante homogéneo, es triste pensarlo en realidad, pues implica que tras los homicidios y los holocaustos, las masacres y los genocidios, los robos y las bombas atómicas solo hay simios asustados tratando de quererse de alguna manera, de que los tuyos te consideren irreemplazable y especial, y tras el apetito de gloria de Carlomagno, de Napoleón, de Stalin y Hitler solo había un corazón diminuto lleno de soledad, que lástima que nunca pudiste darte cuenta y qué fortuna a lo mejor, porque esa ceguera nos permitió este momento de introspección y llanto y ahora nos diremos adiós nuevamente, somos libres de las tragedias del otro, tal vez no volvamos a vernos pero es mejor así para los dos. Buen viaje.

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