Ryan Karazija - Aún en el abismo hay una forma de esperanza.


 


 
A finales del 2020 estaba destrozado. Una larga depresión hacía mella en mi vida y tras una ruptura miserable se acababa una relación de diez años. La pandemia me había desconectado de muchas cosas valiosas, entre ellas mis amigos y mi familia, pero también me arrebató pequeños placeres como la posibilidad de caminar, ir al cine o visitar cafés, de interactuar con extraños o simplemente desaparecer en la multitud—a veces creo que vivo en Bogotá solo para eso, para disiparme entre desconocidos de los que nada sé y nada saben de mi— Un par de años han pasado y es extraño y agobiante pensar en las cicatrices de aquel año aterrador. Pensé en el suicidio con bastante seriedad. En diciembre mi amigo deicidium regresó a su tierra natal y decidió dejarme su ps4 en préstamo durante unas cinco semanas. El caso es que tenía en aquel aparato la misión de terminar un par de juegos; God of War y Death Stranding.
 
Le seguía la pista a Death Stranding desde que su director/autor Hideo Kojima lanzó la idea a los medios luego de terminar (él también) su relación con Konami. Death Stranding heredaba varios elementos de su proyecto cancelado “Silent Hills” por el que yo sentía muchísimo interés, interés que luego se trasladó a Death Stranding debido a las participaciones heredadas; Norman Reedus y Guillermo del Toro contribuyeron a Death Stranding luego de pasar por Silent Hills.
 
En el 2016 apareció el primer enigmático y oscuro tráiler de Death Stranding. Nadie entendía nada; una playa llena de crustáceos y moluscos muertos daba a un hombre (Norman Reedus) con un bebé que tras un suspiro se convertía en fantasma. Allí escuché por primera vez I'll Keep Coming de Low Roar. La combinación fue perfecta pues la canción producía la misma sensación de extrañamiento y onirismo que las imágenes.
No sabíamos entonces lo importante que era Low Roar para el proyecto Death Stranding.
 
Ryan Karazija, cerebro y voz de Low Roar, decidió en el 2010 emprender una peregrinación creativa a Islandia. Intuyo por qué lo hizo; en aquellos días todos los individuos con algo de cerebro y sensibilidad escuchábamos y amábamos a Sigur Rós. De hecho, Sigur Rós parecía el paso a seguir en la evolución musical del post rock. Otro japonés, Shin'ichirō Watanabe, escribiría en aquellos años Zankyō no Terror, que también es otra excusa para amar la música de tierras frías. En el 2011 Karazija presentó “Low Roar” su primer disco. Su primera canción “give Up” aparece en una escena clave de Death Stranding donde debemos acercar a dos amantes separados por el fin del mundo.
 
Tal como los cargadores humanos de la colonia, llevamos a una mujer en la espalda, protegida de la intemperie por un plástico diseñado para un cadáver. La sensación general de la escena es de impotencia y ternura. No una ternura por nosotros, que apenas y somos el conducto de un vínculo, sino por ese amor que reconectamos y que es dibujado en nuestra mente por Give Up, de Low Roar. Es lo que nos corresponde a nosotros, lo único que poseemos; ser testigos de una conexión.
 
Kojima es un narrador particular que construye sus historias (desde mi perspectiva de escritor) al revés. Es decir, estoy seguro de que piensa primero en una jugabilidad y luego en una excusa narrativa para esa jugabilidad. Pero su búsqueda de una sensación estética es maravillosa. Estoy seguro de que al entrar a una tienda de discos en Reikiavik y encontrar por casualidad el trabajo de Karazija sintió que algo dentro de él hacía clic. Tenía una sensación estética sobre la cual trabajar. Tenía un objetivo, un punto sensible al cual debía llevar al jugador.
 
Low Roar construye cada una de las sensaciones del juego y Kojima traduce esas sensaciones a un argumento, un escenario y una mecánica de interacción. Esa relación de clarividencia creativa solo la había visto antes entre Zdzisław Beksiński y Zbigniew Preisner. “Pinto lo que me dice la música que pinte” decía Beksiński al escuchar las obras de Preisner.
 
Son como la puerta y la llave, pero es la llave la creadora de la puerta.
 
Vuelvo al 2020. Estoy frente al televisor, me llamo Sam Porter Bridges y camino por un mundo desierto y peligroso. Estoy completamente solo y mi único trabajo es crear vínculos, conectar seres humanos, lo que en el fondo me parece un paralelismo poético al trabajo del artista. Camino por lugares preciosos, recortes reimaginados de escenarios islandeses. Solo yo puedo estar aquí. Solo yo puedo asumir este riesgo. Cada caminata es única. Cada caminata es una excusa para una canción, y esa canción, lejos de resaltar la soledad, lejos de recriminar o herir, parece un consuelo feliz para la plenitud de aquellos momentos preciosos. Cada canción haría sentir al protagonista del “caminante sobre un mar de nubes” de David Friedrich como el dueño del mundo. Esa sensación, a veces, es todo lo que un hombre como yo necesita para sentir consuelo.
 
El pasado 29 de octubre Ryan Karazija murió a lo cuarenta años, debido a las complicaciones de una neumonía.

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