Carta para Laura.



        Pasé algunas horas meditando qué responder sobre tu larga—interminable—meditación sobre las relaciones humanas y el por qué has decidido no volver a tener pareja. Comparado contigo, creo que me ha ido bien lidiando con mis decepciones. Ahora mismo no soy la persona indicada para contradecirte, y puede que en realidad tus argumentos fortalezcan mi hastío romántico. ¿Qué esperar del amor? Mis expectativas en realidad son nulas. Hay personas que ejercen en mí cierta fascinación, pero esa fascinación tiene su éxtasis y su consumación a través de la conversación. El deseo, o incluso la expectativa del deseo, ahora mismo me resulta doloroso—Sé muy bien lo que eso significa y no es el tema de esta conversación—Me gusta la compañía de buenos conversadores, pero para ser un buen conversador no basta la inteligencia, sino que también se necesita empatía. Yo no soy precisamente la persona más empática del mundo y a veces me resulta extraño que me consideren un buen conversador pero creo que esta vez puedo decirte algo importante. A medida que envejezco tengo cada vez menos que decir. ¿No te ocurre lo mismo? Hay cosas, sin embargo, que se me han quedado atoradas en tus reflexiones. La primera es la distancia entre racionalizar una sensación y la libertad de asumirla. Tú sobrepiensas absolutamente todo y necesitas considerar todas las aproximaciones de una situación; no te basta con pensar en tus propias emociones, sino que piensas también en las de tu interlocutor, en lo que podría sentir, en lo que omite o no puede confesarse a sí mismo. Y seguramente decirte “No pienses tanto” sea ridículo de mi parte. Esa eres tú. No puedes controlar las múltiples capas de tu sed de entendimiento. Escuchándote pensé en tu mente funcionando como una partida de ajedrez en donde debes adelantarte a los movimientos del jugador opuesto para no perder la partida—perdóname que repita aquí cosas que ya sabes, no te estoy dando información nueva ni pretendo explicarte tus emociones, pero repetir es mi forma de entender y a lo mejor si entiendo pueda darte algo útil—sin embargo, en esa misma necesidad de confrontación encuentro tu debilidad. Es entendible que las relaciones te produzcan miedo, pero relacionarse con otro no implica necesariamente salir lastimado. No te lo digo irónicamente. En esto, creo que tu desalmada y voraz inteligencia, que podría resultar intimidante para muchos, te juega una mala pasada. No ganas ningún pulso en las relaciones. Las relaciones no son una competencia utilitaria entre individuos egoístas, y aunque esa conclusión parezca adecuada frente a tus experiencias, si ese es tu punto de partida obtendrás siempre el mismo resultado. Ya que tienes clara la diferencia entre sentimientos y racionalidad, ¿No podrías, por un instante, desconectar en esto tu inteligencia?  Es por eso que los narcisistas y los egoístas podrían resultar mucho más interesantes que individuos como tú o como yo; si existe otro dispuesto a disfrutar y su necesidad de gozo es clara, la complejidad de las relaciones que tú imaginas se desvanece y la transacción romántica se simplifica. Quien se encuentra por primera vez con un amante nunca espera la plenitud del otro, no tan rápido como tú lo haces.  Naturalmente las cosas nunca son tan simples y yo no soy precisamente la persona más experimentada del mundo, pero la complejidad es gradual y evoluciona después, no puedes forzarla siendo complaciente. Me parece, sin embargo, que tu sensación de soledad debe ser tremenda. ¡Eres tan joven!  Esas expectativas de comunicación, de compenetración que llevas por ahí detrás de tu mirada triste son algo anacrónicas para tus contemporáneos. Tu soledad, creo, es mucho peor que la mía. Claro que eres intensa—mucho—pero no está en tus posibilidades dejar de serlo. ¿Esa intensidad tendría solución? Tal vez mantenerte ebria el resto de tu vida. La próxima vez que conozcas una chica de tu agrado, si estás borracha hasta la coronilla (tal vez) puedas actuar con naturalidad.
         Sé que es un pésimo consejo.
        Pero a lo mejor estás buscando la plenitud en el lugar equivocado.
       Yo también he tenido que ir aprendiendo esto de mala manera. Incluso en relaciones exitosas temporalmente, todo el discurso del amor es palabrería banal y en realidad, hasta en los enamorados más dulces que encuentres habrá en lo profundo una gran carga de cinismo. Nadie muere por otro por más que lo prometa. Todos al final logramos sobrevivir luego del amor pues el amor no es el fin del mundo. Si vas por ahí pensando que lo es, pensando que el amor basta para definirte y para justificarte, abusarán de ti y te harán daño, te querrán como un objeto y tratarán de manipularte. Sé que existe esa plenitud y que por un instante, cuando te sientes amado, crees en la inmortalidad del alma y en la eternidad de esa sensación, crees que todo es posible, pero esa felicidad es tan efímera que no vale la pena acostumbrarse a ella; después de todo, no te quedas a vivir en el fondo del mar solo porque encuentres algunas perlas. Toda mi carta tiene un solo objetivo; no renuncies al amor, más bien conviértete en una cínica. No una cínica que espera una transacción de interés detrás del amor porque a lo mejor eso frivoliza la escasa magia que le queda a la comunicación con el ser amado. Sé consciente de que sea quien sea quien te ame y diga lo que diga, un día se va a ir, y a pesar de ese dolor tú sobrevivirás. Participamos por cultura, por tradición, en un ritual donde mentimos descaradamente y esa es la funcionalidad de la que careces. El amor es una canción cuya armonía parece eterna pero su tiempo es limitado. Las personas como yo, que carecemos por completo de belleza o fortuna, nos aislamos por cansancio y por dolor, pero tú no deberías seguir semejante ejemplo.
        Conviértete en una cínica, pero eso no implica que carezcas de responsabilidad afectiva. Mientras dura esa mentira, mientras la pantomima del amor lo llena todo, cuida a la chica que ha prometido quererte. Esa es tu parte; tienes un trozo del mundo a tu cuidado y su pasajera felicidad corre por cuenta tuya. Y dándole felicidad, a lo mejor encuentras la tuya temporalmente. Si ella es una buena chica, a lo mejor haga lo mismo por ti.
        Pero si un día quiere irse permítele que se vaya, no es necesario que pidas explicaciones. Todos los seres humanos somos finitos, incluso en el amor que merecemos. Es más, nada de lo que hagas logrará persuadirle para que se quede, así que tú confórmate con seguir existiendo. ¿El amor es siempre así? En algún momento, supongo, la gente se cansa de pretender nuevas experiencias y se resigna a lo que tiene; al amor eterno lo envenena la cotidianidad pero también la cotidianidad es su mejor amiga. 

        El abandono te da miedo y te desgasta, pero ese es otro problema que debes resolver tu sola.
        Todos, en el fondo, somos abismos insondables. Nunca podrás predecirlo todo. Nunca tendrás el control de todo. No soy tan inteligente como tú, pero he aceptado eso hace mucho y eso me permite cierto grado de tranquilidad. Desarma tu ajedrecista interior y acepta como perdida esa batalla. A pesar del dolor, a pesar de la decepción y las heridas, el tiempo que compartimos con otro es valioso.
         Eres joven y hermosa. No desperdicies la oportunidad de ser feliz.

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