Para una adorable carcelera.

 
 
    Hoy hablábamos de la plenitud, ¿recuerdas? Tú querías encerrarme en una torre de marfil e impedir que malgaste la vida en cualquier cosa que no sea escribir. Y yo te respondía que necesito pensar, aunque en el fondo tal vez tú tengas razón y mi idea de la plenitud sea caprichosa y contradictoria. Son las dos de la mañana. Tras los ataques de migraña suele poseerme una euforia que casi siempre me obliga a escribir —me sorprende encontrar en las migrañas algo de valor para rescatar; generalmente mi pesimismo es absoluto y el dolor de cabeza solo me hace pensar en la muerte— sin embargo, me pasaré seguramente la noche entera pensando en la plenitud y sus fantasmas, en eso tan indefinible que me permite sentarme aquí y plasmarlo todo con todas mis fuerzas, algo que a la vez es capricho y voluntad, vanidad y deseo, respiración y llanto, súplica y grito. Creo que la primera persona que creyó que podía convertirme en escritor fuiste tú, y la segunda a lo mejor esté muriendo. ¿Qué es la plenitud? Quiero responderte, y solo atino a pensar que seguramente es un momento de cómoda soledad. Tener el estómago satisfecho, la mente despejada, no estar destruido físicamente ni absorto por el sueño, tener te caliente y acceso a música, un teclado funcional, un computador decente…estos son los factores mínimos para funcionar. Solo es eso. No te lo he contado, pero cuando éramos jóvenes, niños incluso, yo no tenía computador, así que pasaba las noches haciendo apuntes de qué quería escribir apenas llegara a un teclado. Aprendí a pensar en forma de texto (el fluir de la consciencia para mí es un método inútil porque mi voz interior fluye con signos ortográficos) pero eso lo hago en una zona tan volátil de mi memoria que necesito escribirlo de algún modo. ¡Antes del computador, escribir resultaba tan tedioso! Recuerdo muy bien las veces en que debía repetir y repetir muchas veces una sola página para agregar o rescribir una frase. Dependo por completo de la tecnología, o peor aún; esta me resulta indispensable para funcionar como escritor. No podría con la máquina de escribir. No podría (aunque me sería más llevadero) con el papel y el lápiz. ¿Sabes de donde surgen muchas de mis ideas para escribir? De las conversaciones; conversar es como reescribir una segunda vez ese primer texto de la memoria. De muchas conversaciones he salido corriendo a escribir, sin embargo, la energía comunicativa a veces puede disiparse conversando. Para escribir hay que ser un buen conversador y al mismo tiempo un ser escrupulosamente solitario. No debes decirlo todo. No es necesario la mayoría de las veces. Y yo nunca lo digo todo, nunca le confieso todo a quien me habla. Incluso para ti, que me conoces desde siempre, puedo ser a veces un completo desconocido. El verdadero rostro de los seres humanos nace de sus momentos de soledad y plenitud.

    Los escritores, prácticamente todos, gustan de esa intromisión espiritual que significa otro dentro de ti, otro en tus secretos, pero hay una habitación en la mansión interior que solo es accesible para el dueño de la casa. Podríamos decir que esa es una interpretación melancólica de la soledad, pero en realidad eso es algo que todos los seres humanos poseen, lo crean o no, incluso tú. Algunos lo llaman su voz interior. Hay lugares dentro de ti a donde nadie diferente a ti puede estar.  Ni la hipnosis, ni el amor, ni la maternidad pueden abarcarlo todo. Solo las artes pueden entrar y salir de esa habitación, pero de algún modo lo que ocurre adentro es incomunicable. Las artes son como las siluetas que pueden adivinarse a través de umbral, o desde las pesadas cortinas que cubren las ventanas.

    Mi plenitud es estar encerrado en esa habitación. Una canción suena en ese lugar. Esa habitación está fuera del tiempo y fuera del espacio. Esa habitación puede ser, si lo desea, el universo entero, o replegarse en este cuarto y desvanecer la ciudad. Puede estar junto a ti o en cualquier otro sitio. Y puede sangrar en todas partes, en todas las direcciones. Los artistas logran conmovernos porque nos hablan de espacios que tenemos dentro de nosotros, y aunque hablen de sí mismos, su realidad se refleja en nuestras habitaciones interiores.

    El arte, a lo mejor, es la única manera que tenemos de entrar a esas habitaciones. Pero esa entrada es engañosa. No entramos en otros, entramos en nosotros mismos. Nadie puede mostrarte nada que no tengas antes en el corazón. Si el mejor Shakespeare te conmueve, es porque hay un Shakespeare dentro de ti.

 

*****

    Hace casi una semana escribí estas líneas y desde entonces no he escrito nada más. ¿Deseaba contar algo más? No lo recuerdo. Hoy la he releído y he pensado que es una dádiva muy creativa en defensa de mi libertad (sobre todo si me amenazas con la película Misery) En cierto sentido, yo también anhelo desaparecer y escribir y de algún modo renunciar al mundo. La gran guerra de un escritor no es contra el mundo sino contra sí mismo. Mi gran enemigo soy yo. Mi gran enemigo es mi apetito y mi ansiedad, pero he ido aprendiendo a desentenderme del futuro y de sus miedos. Vivo por el arte y mi único terror es fracasar frente a la belleza y caer en la frivolidad. Nací con una estúpida vocación de martirio que seguramente heredé de mi educación cristiana. Últimamente tengo pocos deseos de conversar. Has sido una amiga paciente. He dormido mucho. Tengo pesadillas frecuentes. Este es un momento especial para mí, un momento de ruptura. Algo debe romperse para que algo nuevo nazca.

    No sé si recuerdas a Maynard (el vocalista de Tool) verás; su proceso creativo ha influenciado muchísimo en el mío. Recuerdo particularmente una entrevista que le hicieron en el 2011 durante una etapa de estancamiento que duró casi catorce años; Maynard estaba agobiado por un largo proceso jurídico que lo agotó mental y financieramente, y en algunas entrevistas, defendió el valor intrínseco del arte “No escribo para educar, no estoy calificado para ello. Escribo para superar un dolor o un conflicto. Y si tengo éxito en esta forma de arte, no debería ser el mismo que cuando empecé. Si eso ayuda a alguien y es útil para alguien, maravilloso, todas las partes salen ganando” El mismo nombre de la banda (Tool/herramienta) viene de esta idea. Sin embargo, esto no es algo muy literario, o no lo es desde la perspectiva del siglo XX donde los escritores se desesperaron por pertenecer a la clase trabajadora, así que creían que una disciplina de asalariado (escribir ocho horas al día) legitimaría su valor en la sociedad. Sin embargo, la verdadera pelea del escritor es en el teclado, pero antes de ella debe tener algo que decir. Si lo tienes, tiene sentido enloquecer y escribir horas, y horas, y horas…

    Ahora mismo estoy en plan de arrojarme en una celda y perder la llave. Sería agradable tener una adorable carcelera como tú.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No voy a dejar de molestarte nunca con esto, porque me es muy divertido. Cómo me dijiste que te parece de mal gusto que responda a tus cartas aquí, solamente te soltaré esta pequeña dosis de mal gusto diciéndote que, cuando gustes, sabes en dónde encontrar la respuesta.