Sobre la mierda.

Escarabajo, Dios, Mierda, Italia, Sísifo

 

Yo, que suelo ser tan aferrado a la petulancia de lo estético, llevo todo el día pensando en la mierda, pensando específicamente en un libro que leí hace muchos años y cuyo título he olvidado donde un autor materialista reflexionaba sobre una cualidad tautológica de la mierda; como toda materia, como todo objeto existente, está naturalmente compuesta de elementos (carbono, oxigeno, calcio, hidrógeno, hierro, etc.) Podemos descomponer —decía aquel autor— la mierda en elementos inocentes que perderán sus características repugnantes. También podemos descomponer un hombre culpable en un montón de motivos inocentes. Las circunstancias de factores elementales terminan en un resultado desafortunado pero la inocencia de lo elemental no puede transferirse al resultado; por más inocentes que sean los elementos que la componen la mierda seguirá siendo mierda y el acusado seguirá siendo un asesino. En el trayecto hay un sentido de ejecución, una decisión y una carga de voluntad que debe impregnar de asco tanto a la mierda como al acusado. Entonces pensaba en que a lo mejor, combinando los elementos ideales y las encimas correctas, incluso sería posible crear mierda en un laboratorio, una de una consistencia idónea como para que el mejor bacteriólogo del mundo no pueda distinguirla de la mierda real—he llevado al estiércol la paradoja del barco de Teseo—y sin embargo…Es misterioso y extraño pensar que incluso algo tan humano como la mierda resulte siendo replicable y esa idea me deja la incómoda sensación de estar siendo usurpado profundamente, maldecido incluso, pues  algo visceral y aparentemente humano puede ser sospechoso de artificiosidad; todo esto es responsabilidad de Apolo, pensé, de las normas y la estructura. Ahora piensa en la literatura. Piensa en que el libro más hermoso del mundo será escrito por una máquina. Mientras tú te matas para sobrevivir una máquina puede escribir en 3 horas un libro que te tomaría una década. Y a diferencia del ejemplo de la mierda, que un algoritmo me remplace no me molesta tanto como la mierda artificial. Creo que los seres humanos solo vienen a dos cosas al mundo; a cagarla y a escribir. Mi defensa intrínseca de las IA como fuentes dignas de creatividad viene de un solo postulado y es mi absoluto materialismo. Pero todos somos contradictorios, incluso los materialistas. Mi ateísmo por ejemplo no me impide pensar en la posibilidad de los fantasmas —para mí el alma, objeto metafísico de todas las cosas, no es más que un numero predefinido de datos que integran un individuo. El espíritu en cambio es su movimiento. Creo que si reúno la posición de cada átomo de mi madre a los 70 años puedo recomponer su cuerpo, sus recuerdos, su vitalidad y sus sentimientos. Ese número de combinaciones posibles es su alma.

Como el alma es un número cuantificable (desmesurado) también creo que sus expresiones son algoritmizables. Expresamos nuestros sentimientos con métodos cuantificables, con un lenguaje impregnado de lugares comunes y seguramente no falta mucho para que una máquina escriba algo muy superior a estas palabras. Pero la literatura, más que la técnica y la imaginación, más que un lenguaje y un dogma, es antes que todo el gran relato humano. ¿Quién hablará cuando las máquinas escriban por nosotros? Deberíamos perderlo todo, perder todos los empleos y todas las naciones, todas las leyes y todos los maleficios, pero me resulta espantosa la posibilidad de que perdamos el relato del mundo.

Aun así, nada puede salvarnos de nosotros mismos.

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