Es extraño que las lecturas contemporáneas de revisionismo simbólico tengan algún tipo de sentido, pero el caso de Nosferatu me resulta muy particular. He leído un hilo por parte de la usuaria de Twitter @Aglaia_Berlutti donde aplica los lentes violetas para interpretar la película del 2025 y su lectura funciona perfectamente, cosa bien extraordinaria. Esto se debe en gran medida al uso que le da al arquetipo de la sombra y su implicación en lo que significa el vampirismo dentro de la literatura. El vampiro es una víctima de la liberación sexual que ha perdido su potencial aterrador en los últimos años debido a que carecemos de tabús sobre el sexo; lejos de la religión y sus mitos, los sentidos del internauta moderno están agotados de hipersexualidad y mercadotecnia. El vampiro es la sombra del sexo visto desde la represión victoriana, así que en una época sin tabús podría perfectamente ser el más lánguido de todos los mitos modernos. No en vano la obra que llevó al vampiro a la cúspide de su decadencia—La saga Crepúsculo escrita por Stephenie Meyer—sería incompatible con el pensamiento laico y depende completamente en cuanto a su visión de lo sexual de la represión mormona.
Ahora bien, el Nosferatu de Robert Eggers parece sorprendentemente fresco. ¿Significará esto que tras un largo lapso de hedonismo el tabú ha renacido? La sociedad tiende a derechizarse y enclaustrarse nuevamente por simple inercia. La pornografía está mas desacreditada que nunca, la hipersexualización en la publicidad está mal vista y las redes sociales cruzan diminutas pero incontenibles cruzadas antisexualidad. La vieja y anticuada represión cristiana ahora es laica, y los viejos errores se cometen hoy con justificaciones mucho más modernas. No me cabe duda de que una vez volvamos a meter el sexo bajo la alfombra el vampiro renacerá. La sombra, después de todo, depende por completo de que no deseemos verla.
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