Ingeniería religiosa, radicalización moderna y el yo discontinuo.

 


Este es un texto de asociaciones libres o disparates que a lo mejor se convierta en un borrador de ideas mas grandes, o tal vez solo se quede aquí y nunca más lo pueda recordar. 

 

 A partir de algunas notas que tengo sobre mis estudiantes se me ocurrió una teoría para explicar al ciudadano promedio de nuestro momento común. O bueno; en realidad solo tengo una teoría que mezcla un montón de cosas derivadas del espectáculo alrededor de la muerte de Charlie Kirk, en parte hijas, misteriosamente, de un libro secreto que he puesto en Amazon escrito con un seudónimo. Para ese libro he acudido constantemente a Adorno y su crítica a la industria cultural. En realidad, empecé el libro queriendo contradecir a Adorno en su trabajo crítico frente a la industria cultural norteamericana, pero terminé para mi pesar dándole la razón. Sin embargo, el por qué decidí publicar mi texto con un seudónimo proviene de que darle la razón implica someter a la misma crítica cultural algo que no suelo juzgar con frecuencia y que suele serme significativo; la condición del rock (y el metal) como arte, pero ese será un problema para otra nota.

El asunto no se queda ahí; es prácticamente imposible salvar cualquier expresión artística del siglo XX. El capitalismo, o lo que viene siendo la explotación de una industria mancomunada entre productores, editores, managers, galerías de arte y discográficas, casas editoriales, medios de comunicación especializados, críticos culturales y facultades de arte, absolutamente todo aquello que académicos, personas del común o artistas considera valioso de los últimos 200 años, todo perece bajo toneladas de concreto de crítica cultural; los argumentos de Adorno dejan al siglo XX desahuciado de cualquier atisbo de belleza. Si tú consideras valioso algo del siglo veinte tienes que renegar de la crítica cultural adorniana. Es por eso por lo que florecen en la red cientos de notas periodísticas y artículos mofándose de las palabras de Adorno sobre el Jazz. Es realmente difícil darle algo de razón. Sin embargo, al mismo tiempo algo falla, lo sabemos, y es imposible abordarlo sin tocar la bibliografía adorniana.

Pensemos en el arte contemporáneo y su alianza con mafias de sobreproducción y frivolidad, en las galerías que venden un taburete de madera como una obra de arte conceptual de miles de dólares, pensemos en el concepto del performance, pero vayamos mejor a la relación del yo (el individuo) con el colectivo. Pensemos en los lideres de opinión, en su relato individual. Un poco más al fondo, pensemos en la escritura misma; el yo a través de un texto, mi relación con la naturaleza caótica de mi propia mente. Los articulistas, los lideres de opinión y su relación consigo mismos o con lo que creen que saben de sí mismos. Su relato personal y su concepto de coherencia interna. Mi mente es un relato que da dando giros inesperados y evoluciona una que otra vez, pero existe una estructura mental que ata ciertos momentos inamovibles. En tiempos de oralidad mi cerebro seguramente era mas flexible y circunstancial, en tiempos de escritura mi yo puede ridiculizarse a sí mismo. Los individuos promedio rara vez pueden formular una idea y sostenerla en el tiempo. Los individuos con algún talento y con afán de reconocimiento suelen sacrificarse en pro de la coherencia interna. Morir por un ideal, ser mártir, no traicionarse. Nuestras palabras son anclas y nos someten. Hay heroísmo en morirse por aquello que se piensa. Pero ¿por qué? ¿Qué relación tiene esto con la humanidad?

Los niños son una humanidad en miniatura donde cerebros jóvenes someten a acción por primera vez en su vida principios universales. Solemos considerar socialmente válido que se equivoquen. Sin embargo, la memoria de internet tiene un peso descomunal en ellos. Nuestro yo, nuestra identidad necesita equivocarse y olvidar cosas, ¿Cómo podría hacerlo en tiempos de internet? La red no olvida nada. La red no perdona nada. Imagínate lo inoportuno y desagradable de una mala fotografía o una mala opinión, esa desastrosa celebridad de la equivocación. En realidad, cada uno de nosotros es ahora mismo un discurso que procura no flaquear. La presión que antes sufrían solamente lideres y poderosos ahora nos trasciende a todos. Un perfil de una red social es un podio donde nos sentimos observados y por tanto no toleramos la contradicción o tememos a la contradicción, y no hay mejor refugio de ese temor que la radicalización. Es por eso que nos hemos infantilizado como sociedad, pues esa inflexibilidad es clásicamente adolescente. El internet es exactamente igual a cómo funciona en sus mecanismos internos un salón de clase.

Volvamos a Adorno y su crítica cultural.  El yo ha adoptado para sí formulas de individualidad derivadas de los medios de comunicación. Una formula de coherencia inflexible que trasmitimos de manera emocional. Es la máscara que conocemos desde las celebridades, pero se ha incrementado en tiempos de internet. Existe el mismo vacío en las celebridades de tik tok del que existía en las celebridades de la revista People en los ochenta. Unos derivan de otros. Pero en el fondo, un individuo no es un rol. La literatura solía mostrarnos eso, las aristas y contradicciones de una persona, la consciencia de que lejos de ser máscaras con relatos lineales, existía una lucha dentro de nosotros, voces internas. Hay más allá del hombre que su máscara social. Debe ser por eso que la literatura se volvió tan peligrosa e impopular.

Internet no soporta la duda. La desalienta con toda la fuerza de sus relatos emotivos. Esto también está unido a la muerte de la privacidad. Sin privacidad, estamos atados a un rol colectivo del que en realidad podríamos estar hartos pero que no nos permite renunciar. Como todos nos creemos influencers de nuestro propio relato, somos incapaces de abandonarlo o bajar la guardia. El aislamiento social incrementa el volumen del ruido común, y el ensordecimiento de una multitud de almas rotas se está confundiendo con la cotidianidad.

Ahora bien, este me parece un escenario accidental, pero que implica cierto grado de premeditación. Hay gente que saca provecho del pánico. Sin embargo, siempre hay que recordar que la mitad del poder es la propaganda del poder. Hay un concepto en la obra de Frank Herbert, Dune, que ha sonado fuerte en mi cabeza posterior a la muerte de Kirk, y es lo evidente que toda una colectividad política intenta convertirlo en un mártir para justificar un acto de violencia política, ¿Qué tiene que ver el asunto Kirt con todo lo demás? Trabajo todavía en la formulación.

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